Podría ser un sueño no apto para urbanitas. Pero, pensándolo bien, ¿por qué no? ¿Por qué no podría ser el momento de mirar al campo?
Mi descanso diario estaba dentro de la normalidad hasta que llegó el confinamiento. Ahora tengo pesadillas y algunas de ellas bastante “chungas”, pero hace dos noches fue diferente. Siempre me ha gustado el campo y la montaña y he pasado largas temporadas en pedanías muy pequeñas cómo, por ejemplo, Los Odres o Inazares (Moratalla) por cuestiones laborales. Trabajaba en los complejos turísticos y, como os digo, hace dos noches mi sueño cambió, volví a esa etapa donde se escuchaban los sonidos de la naturaleza. Hasta podía escuchar los chopos al moverse por el aire, un verdadero privilegio qué solo saben los que lo han oído. El olor a pan casero recién hecho, el murmullo lejano de algún vecino en la plaza del pueblo, el maullido de algún gato, me vi hasta dando mis paseos al caer la tarde en verano… En definitiva, volví a la tranquilidad que solo transmiten éstos lugares aislados de las grandes ciudades. Y es una pena, están vacíos, ahora en estos pueblos de mi sueño no hay casi nadie, muy pocos y muy mayores, con alguna excepción. Tuvieron qué emigrar porque no había trabajo o porque el trabajo del campo no les gustaba, era la base de producción de éstos lugares.
A mí no me importaría vivir en una aldea o cortijo, como lo llaman por allí, siempre y cuando hubiera gente con quien poder compartir y algo de trabajo para poder sobrevivir, nada de lujos. Así era en mí sueño, vivíamos mucha gente joven y cada una de las familias se dedicaba a una labor, lo qué hacía que pudiéramos ayudarnos los unos a los otros. Yo me encargaba de recolectar y cuidar con mucho amor un huerto, qué habíamos montado entre todos y estaba lleno de verduras, hortalizas, fruta…
Era un sueño, sí, pero había de todo y para mí era real. Estábamos en la calle y había muchos niños. Tenían escuela, por supuesto, y una encantadora maestra qué vino buscando esto y lo encontró, se quedó con nosotros y era una más. Las puertas estaban abiertas, vivíamos en la calle, todo era de todos. Cuándo desperté y fui consciente de la realidad (no os voy a engañar, me ha pasado alguna vez) quise intentarlo de nuevo, dormir, retomarlo y seguir con mi sueño de vivir en el campo. Pero no pude, se esfumó…
Lo recuerdo de una manera muy especial y, bueno, en los tiempos qué corren y viendo lo que nos queda confinados, no había nada que me hubiera gustado más que seguir SOÑANDO.
LUCHEMOS POR NUESTRA ESPAÑA VACIADA Y MIREMOS AL CAMPO, puede ser una oportunidad para alejarnos de esta economía agoniosa qué nos corroe.
Aprovecho este escrito para decirles a “esos” que ponen notas en las puertas de los sanitarios y demás personas expuestas que vaya un ejemplo que están dando a sus hijos. Solo eso. Tengo una sobrina con 8 días y lo único que puedo dar son millones de GRACIAS a todas estas personas. Hasta el momento, pese a la situación que estamos viviendo, no le ha faltado de nada, solo libertad, pero ella todavía no la necesita.